Mi primera experiencia en un voluntariado de permacultura con La Tribu Ajena

Por Isabel de León, 2020.

La Tribu Ajena en un día cualquiera de faena.

La Tribu Ajena comprende una hectárea que se encuentra en la Vega del Guadalquivir, en Sevilla. Cuando entré en contacto con el proyecto, Marián y Kanu, la pareja responsable, principalmente necesitaban ayuda para terminar de hacer ladrillos de adobe.

Pero todavía hay mucho trabajo por realizar, La Tribu Ajena lleva dos años y medio de andadura y apenas hace un año que está abierta a la colaboración. Así que si te interesan los proyectos que están empezando, hay para desarrollar otras actividades, como montar la huerta de invierno, plantar árboles y arbustos o terminar el estanque. ¡Aparte de que aún está por levantarse la casita de adobe, claro!

Con los ladrillos de adobe el proyecto va dando pasitos para convertirse en una escuela de permacultura. Marián y Kanu sueñan con enseñar más de la vida en comunidad y acerca de un estilo de vida más sostenible. Esto es una de las cosas que definitivamente me enamoró de la Tribu Ajena y me impulsó a iniciar un voluntariado con ellos.

¿Cómo di con el voluntariado? Mis amigos me recomendaron usar portales como «Workaway» o «Worldpackers» para encontrar mi primera oportunidad, pero en esta ocasión fue gracias a través de «Permacultura en Andalucía», una página en Facebook, que di con esta experiencia. De esta forma me ahorré las tarifas que se suelen imponer en los portales del trabajo de voluntariado. Fue una suerte, la verdad. Recomiendo unirse a todas las páginas que se pueda sobre permacultura en Facebook; ¡no se pierde nada!

El día a día

Ladrillos de adobe recién hechos.

Nos reuníamos a las 7:15 para tomar un poco de café, desperezarnos. Kanu y Marián nos proponían una dinámica de grupo mañanera para espabilarnos y empezar el día con muy buen rollo (ver aquí las dinámicas). A eso de las 7,45 empezamos a raspar los ladrillos de la jornada anterior y los transportamos en carretillas hasta su lugar de almacenamiento, junto a la piscina.  Mientras, algunos compañeros se encargan de preparar el desayuno. Tostadas, avena, tomate rallado, huevos revueltos, fruta cortada… Allí no faltaba de nada. A las 9:30 paramos para desayunar todas estas maravillas juntos.

Sobre las 10:30 y tras un desayuno distendido, toca moldear los ladrillos. (Este procedimiento lo explicaré detalladamente en otro post para no hacer este muy largo) Algunos compañeros se encargan de llevar la mezcla a donde estaban los moldeadores y cuando esta se acababa, sobre las 13:30, se comienza a preparar el adobe para mañana. A cavar para llenar carretillas de tierra, a llevar la tierra a donde está la «piscina de barro», luego a cargar otras tantas carretillas con arena a punta de pala…. Esta puede que sea la parte más dura, por ser la más física, pero luego viene un almuerzo que merece la pena. ¡Ah! Las comidas son vegetarianas.

Después del almuerzo en comunidad, algunxs se quedan en La Tribu a dormir y otrxs al acabar las horas de trabajo, se van. Cada uno es libre de hacer lo que le plazca.

La cena oficialmente no se incluye en el hospedaje pero Marián y Kanu no tienen problemas con que haya picoteo nocturno.

La vida en comunidad

Típico almuerzo después de darle duro al adobe.

La estancia mínima es de una semana. Hay mucha rotación de personas y los perfiles son muy diferentes. Durante mi estancia, una de las personas más jóvenes fue una chica francesa de 21 años y la más mayor, una mujer inglesa de 60 años.

Una de las cosas que mas disfruté fue de las conversaciones que se centraban fuertemente en formas de vida alternativa, afines a la permacultura.  Por otra parte, mucha gente exponía sin tapujos su filosofía de vida personal o hablaban sobre las experiencias o los libros que les había marcado, etc.

De repente vi que esos pensamientos que solía catalogar como «raros» o difíciles de exponer en mi cotidianidad, tenían cabida en una comunidad comprensiva y abierta.

En la convivencia es inevitable que haya personas con las que se tengan más puntos en común que con otras, pero esto no complica la vida en común sino que la enriquece. Todo el mundo se mostraba participativo y receptivo. Mientras estuve allí hubo propuestas que salían de los propios voluntarios para realizar en común: talleres de biodanza, elaboración de manualidades, clases de yoga, etc

 Yo aproveché para ofrecer tiradas de tarot evolutivo y explicar más acerca de los arcanos mayores. El tarot lo utilizo como una herramienta psicológica y si te interesa el tema puedes pinchar aquí e informarte.

Las instalaciones de los voluntarios

La casita de los voluntarios.

La pareja vive en una casa y aparte hay una casa comunitaria para los voluntarixs. Ahí está la cocina y una sala de estar. Ideal para pasar el rato. Hay para cargar los móviles, juegos de mesa, pinturas… ¡Bastante acogedor! Cuenta con una ducha y el wc es un baño seco. Afuera, hay otra ducha para cuando el calor aprieta (debajo de un banano, muy chula) y otro baño seco, este para “aguas mayores”. El pipí es recomendable hacerlo en cualquier zona discreta de la parcela. A fin de cuentas, el nitrógeno de la urea es buenísimo para los árboles.

Los voluntarios nos quedamos a dormir en tiendas de campaña que nos proporcionaron ahí. Con colchón, cojines y todo, Marián y Kanu son muy atentos.

Cuando llegué, había una haima (o jaima) bastante chula en la que te podías echar la siesta o simplemente pasar el rato pero con las lluvias tuvimos que quitarla porque se calaba el agua.

Mi valoración de la experiencia

¡Me encantó aprender a hacer Ojos de Dios!

Estuve tres semanas y puedo decir que la experiencia ha sido muy positiva y sin duda recomiendo a todo el mundo que busque hacer un voluntariado en permacultura que se pase por la Tribu Ajena.

Marián y Kanu son unas excelentes personas, aparte de que se nota que tienen formación en la facilitación de grupos. Ellos animan a los voluntarios a dar lo mejor de sí mismos, a que las personas se conozcan mejor… Aparte de todo el aprendizaje que implica vivir bajo la filosofía de la permacultura. A día de hoy me he vuelto mucho más consciente de la procedencia de los productos que consumo y me fijo mucho más en la vida en el campo.

(Este texto fue publicado originalmente por Isabel De León en su blog el 8 octubre, 2020)